Mi cajón de los tesoros

Hace ya algunos años, en una de esas asignaturas de la carrera de cuyo nombre no me acuerdo, una profesora (de cuyo nombre si que me acuerdo, por algo será), empezó su discurso de tal forma:
" Nosotr@s, l@s maestr@s de Educación Especial somos como detectives. La mayoría de maestr@s, para enseñar a sus niñ@s simplemente tienen que abrir las puertas del armario y sacar lo que hay dentro de ell@s.
Nosotr@s, al abrir las puertas del armario, a menudo nos encontramos con perchas vacías; sin embargo, sabemos que hay cajones dentro de ese armario que también podemos abrir y dentro de estos, aun medio vacíos podemos encontrar un monedero de otra temporada, en el que se quedó una moneda".
La satisfacción que encuentro cuando uno de mis chic@s avanza, aunque sea solamente un pasito, es comparable a la alegría que tod@s hemos sentido al encontrar una moneda en el bolsillo de un abrigo que hacía años que no nos poníamos.
Este es un Blog totalmente abierto, dedicado a compartir aquellas "llaves" que vayamos encontrando en la búsqueda de nuestro "tesoro".

martes, 20 de noviembre de 2018

PREGUNTANDO SE LLEGA A ROMA

Ya los leí en su día y no sé exactamente para qué guardo tantos libros, no sabía la razón hasta hoy. 
El otro día, me tocó guardia con un grupo de tercero. 
En ese grupo está ### , ese alumno al que sus noches en vela y su falta de interés por lo que lo rodea, le lleva a echarse su merecida siesta a primera y a segunda hora en el instituto.
Siempre lo vi dormido porque me tocaba en su clase en sus horas de "descanso", aunque a veces entre sueño y sueño lo había visto escribir palabras en coreano ( poco apropiado para una clase de inglés, pero digno de admirar ya que nadie le había enseñado).
En esta guardia nos tocaba hora de lectura y todos escogían un libro que ya estaban leyendo para seguir con la lectura. Todos menos un grupito que se suponía que no tenía "la capacidad" para leer un libro completo y la Profe les daba una ficha de comprensión lectora para practicar la lectura.
Como maestra de PT, no me faltan recursos, pero aquella mañana no caí en echar al bolsillo unas cuantas fichas de CL por lo que pudiera surgir.
A la mayoría los pude apañar con libros que encontré en la biblioteca, uno contentísimo con su libro de chistes, otra con uno de ballenas y delfines, ...
Sin embargo, mi coreano seguía empeñado en hacer ficha o volver a su letargo.
Decidí preguntarle: "No me puedo creer que no haya un solo tema acerca del que no te gustaría leer algo".
Él me contestó que le gustaba la Segunda Guerra Mundial. Quizá esperaba que me rindiese, evidentemente aún no me conoce. Como tampoco sabía que en mi maleta de chismes, había incluido en la última mudanza unos cuantos ejemplares de novela gráfica para ampliar la biblioteca de aula. 
Así fue como cayó en sus manos un ejemplar de Mouse (aposté a que su visión del conflicto era parecida a la mía, basándome en parte en sus rasgos sefardíes, heredados seguramente hace ya varias generaciones).
Hoy, después de dos semanas hemos vuelto a coincidir por casualidad en la biblioteca. Al decirle que me extrañaba que no me hubiese devuelto el libro, me ha comentado que al terminar se lo prestó a un compañero. La nube de duda acerca de si había despertado el interés por la lectura en un alumno o quizá en dos, o simplemente se acogían a la lectura fácil que ofrece el cómic, se borró cuando me preguntó si tenía el diario de Ana Frank. Lo invité a buscarlo tras explicarle cómo se ordenan los libros en la biblioteca.
De vuelta a casa, mientras calentaba la comida, he rebuscado entre mis "tesoros" . 
Hay veces que no sabemos cómo motivar a un alumno, olvidándonos que no hay nada tan simple como preguntar ni tan efectivo como escuchar la respuesta.

viernes, 16 de noviembre de 2018

ADAPTANDO INSTRUMENTOS

Una de las medidas menos significativas a tomar cuando un alumno necesita una adaptación es la adaptación de los instrumentos de evaluación.
Normalmente, siempre se piensa en hacer un examen más fácil o más gráfico, reducir contenido textual, ofrecer respuestas cerradas, etc.
Sin embargo, a menudo nos encontramos con alumnos cuya dificultad reside en enfrentarse a la prueba en sí, ya que la ansiedad que les provocan anteriores fracasos los bloquea, y hace que no se sientan capaces ni de empezar.
En la entrada de hoy muestro una adaptación que hemos hecho hoy en una clase de 1° de ESO.
Para empezar y tras explicar el examen a todo el grupo, es fácil localizar a aquellos alumnos que ni siquiera leen las preguntas, se limitan a observarlo de lejos, con cara de pavor.
Me he dirigido a cada uno y les he preguntado si habían escuchado la explicación de la profesora. A continuación, les he preguntado cuál de las preguntas les parecía más fácil.
Así, una a una las hemos apuntado en la mesa con rotulador borrable, rodeando la primera.

A medida que van completando actividades, vamos borrándolas de la mesa. Con esto conseguimos, aparte de centrar la atención en una sola tarea, ir viendo que, a medida que más cansados estamos, menos nos queda por hacer.
Una segunda medida para favorecer la atención es tapar con una hoja el resto de preguntas, para que no nos atosigue a la vista.
De esta forma, hemos facilitado el acceso al examen, sin tocar ninguna pregunta y sin afectar en nada al nivel requerido por la prueba. 
No sé si aprobarán, pero lo que sí es seguro es que no han presentado el temido examen en blanco.