Ya los leí en su día y no sé exactamente para qué guardo tantos libros, no sabía la razón hasta hoy.
El otro día, me tocó guardia con un grupo de tercero.
En ese grupo está ### , ese alumno al que sus noches en vela y su falta de interés por lo que lo rodea, le lleva a echarse su merecida siesta a primera y a segunda hora en el instituto.
Siempre lo vi dormido porque me tocaba en su clase en sus horas de "descanso", aunque a veces entre sueño y sueño lo había visto escribir palabras en coreano ( poco apropiado para una clase de inglés, pero digno de admirar ya que nadie le había enseñado).
En esta guardia nos tocaba hora de lectura y todos escogían un libro que ya estaban leyendo para seguir con la lectura. Todos menos un grupito que se suponía que no tenía "la capacidad" para leer un libro completo y la Profe les daba una ficha de comprensión lectora para practicar la lectura.
Como maestra de PT, no me faltan recursos, pero aquella mañana no caí en echar al bolsillo unas cuantas fichas de CL por lo que pudiera surgir.
A la mayoría los pude apañar con libros que encontré en la biblioteca, uno contentísimo con su libro de chistes, otra con uno de ballenas y delfines, ...
Sin embargo, mi coreano seguía empeñado en hacer ficha o volver a su letargo.
Decidí preguntarle: "No me puedo creer que no haya un solo tema acerca del que no te gustaría leer algo".
Él me contestó que le gustaba la Segunda Guerra Mundial. Quizá esperaba que me rindiese, evidentemente aún no me conoce. Como tampoco sabía que en mi maleta de chismes, había incluido en la última mudanza unos cuantos ejemplares de novela gráfica para ampliar la biblioteca de aula.
Así fue como cayó en sus manos un ejemplar de Mouse (aposté a que su visión del conflicto era parecida a la mía, basándome en parte en sus rasgos sefardíes, heredados seguramente hace ya varias generaciones).
Hoy, después de dos semanas hemos vuelto a coincidir por casualidad en la biblioteca. Al decirle que me extrañaba que no me hubiese devuelto el libro, me ha comentado que al terminar se lo prestó a un compañero. La nube de duda acerca de si había despertado el interés por la lectura en un alumno o quizá en dos, o simplemente se acogían a la lectura fácil que ofrece el cómic, se borró cuando me preguntó si tenía el diario de Ana Frank. Lo invité a buscarlo tras explicarle cómo se ordenan los libros en la biblioteca.
De vuelta a casa, mientras calentaba la comida, he rebuscado entre mis "tesoros" .
Hay veces que no sabemos cómo motivar a un alumno, olvidándonos que no hay nada tan simple como preguntar ni tan efectivo como escuchar la respuesta.